«Escribo este libro para presentar una resolución felizmente simple y completamente convencional a un tema tan cargado por la emoción y por el peso de la historia que cualquier sendero expedito se suele convertir en algo recubierto por una maraña de disputa y confusión. Me refiero al supuesto conflicto entre ciencia y religión, un debate que sólo existe en la mente de las personas y en las prácticas sociales, no en la lógica o en la utilidad adecuada de estos temas completamente distintos, e igualmente vitales.» Así comienza este fascinante y provocador libro, escrito por quien además de magnífico científico y pensador se define a sí mismo como «agnóstico en el sabio sentido de T.H. Huxley, quien acuñó el término cuando identificó este escepticismo como la única posición racional, porque, realmente, no podemos saber» o Pocos podrían estar, en consecuencia, mejor capacitados para abordar un tema como el de la relación entre ciencia y religión, desde hace tiempo para muchos casi un tabú. Nadie con una mirada tan a la vez considerada y crítica como la de Gould para abordar esta cuestión, para defender su interés argumentando en contra de un simple reduccionismo. ¿Podría esperarse acaso un punto de vista diferente, menos comprensivo con la pluralidad, de quien ha centrado su vida en el estudio de la diversidad, aunque sea la diversidad biológica? La erudición de Gould, su fina e implacable ironía florecen en este texto, tan propicio para semejantes atributos, un texto en el que, como es habitual en él, desarrolla sus argumentos apoyándose en ese juez implacable que es la historia, una historia que en esta ocasión se ejemplifica en personajes como el sacerdote Thomas Burnet, los biólogos evolutivos Charles Darwin y Thomas Huxley, el fisiólogo John So Haldane e, incluso, en Galileo.